El
embarque de Carlos I
excusado
es decir, el ajetreo que hubo, durante todo el santo domingo, tanto
en Middelburgo, como en Arnemuiden, frente al cual yacían anclados
los navíos, para transportar apresuradamente los bagajes a bordo y
aprovisionar la flota.
El
lunes anterior a la Natividad de Nuestra señora salieron de
Arnemuiden, a la meridiana el medio centenar de bajeles allí
retenidos con el fin de estar a buena hora en el puerto y abra de
Flessinga. Desde Middelburgo llegaron, por la tarde, el rey y su
hermana doña Leonor, las señoras y señoritas de la corte y todos
los nobles y grandes señores que le acompañaban, embarcándose,
conforme a lo dispuesto, al ponerse el sol, y no saliendo de sus
barcos hasta que estuvieron en España.
Digna
de verse era aquella considerable flota, compuesta de unos cuarenta
poderosos navíos y de otras embarcaciones ligeras, aguardando
delante de Flessinga, -esa pistola apuntada al corazón de
Inglaterra, como dicen que dijo un día Napoleón Bonaparte,- para
largar vela al amanecer.
En
la Nao Real se embarcaron con S.M.-no es propio llamarle así, puesto
que solo después de recaer en el la corona imperial comenzó Carlos a
recibir el tratamiento de MAJESTAD, nunca usado por los reyes de
Castilla, - su hermana,doña Leonor, Guillermo de Croy, señor de
Chièvres, y otros señores flamencos, varios caballeros de la Orden
del Toisón de Oro, monseñor de Amont, confesor del rey, el obispo de
Badajoz, Doctor Pedro Ruíz de Mota, Clérigo español, elocuente y
conocedor de varios idiomas y que, después de Chièvres, era quien ejercía mayor influencia sobre Carlos, don García de Padilla, el
mayordomo Mounserón, el contador Pedro Boisot, las damas y damitas
de la corte con sus correspondientes camareras, secretarios como don
Antonio de Villegas.
Catástrofe
en Villaviciosa
Martes,
8, y primer día del viaje. Fiesta de la Natividad de Nuestra Señora.
La Nao Real, con arreglo a las Ordenanzas dispara tres cañonazos y
uno el barco del almirante, señal convenida para que todos los
navíos de la flota se den a la vela.
Al llegar al pueblo se encontró con su familia
haciendo los preparativos para la Navidad, estaba feliz e impaciente
porque la fiesta se hacía esa noche, quería que empezase ya.
El
embarque de Carlos I
excusado es decir, el ajetreo que hubo, durante todo el santo domingo, tanto en Middelburgo, como en Arnemuiden, frente al cual yacían anclados los navíos, para transportar apresuradamente los bagajes a bordo y aprovisionar la flota.
excusado es decir, el ajetreo que hubo, durante todo el santo domingo, tanto en Middelburgo, como en Arnemuiden, frente al cual yacían anclados los navíos, para transportar apresuradamente los bagajes a bordo y aprovisionar la flota.
¡¡¡POR
FIN LLEGA CARLOS PRIMERO A ESPAÑA!!!
De
tanto esperar a Carlos, con reiteradas promesas de una parte y
apremiantes instancias de otra los españoles comenzaban a
desesperar. Pero por fin tras tanto esperar el nuevo rey ha declarado
lo siguiente: - de ahora en adelante ya no más reyes de Castilla, de Aragón, de navarra sino solo reyes de España
la
gran pregunta es donde es por donde se va a realizar el esperado
viaje: ¿por mar o por tierra?
El
rey de Francia Francisco I le había aconsejado cuando eran amigos
que emprendiera el trayecto por tierra pero, ¿por qué?
Al
final de tantas vueltas que le dieron al asunto objetaron que lo
mejor que podían hacer era ir por mar.
Así pues pronto el nuevo rey desembarcara en tazones una pequeña
localidad de Asturias
Viernes
18, undécimo del viaje. Ya desde el alba, varios marineros de la nao
real clavaban con ahínco su vista perspicaz en unos puntos lejanos y
borrosos que tan pronto semejaban blancas crestas de rocas, como
nubes, acabando por insinuarse la duda en el ánimo de los más
prudentes. Fue eso de las ocho de la mañana cuando un marinero, que
no se creía victima de apariencias engañosas, solicito hablar al
rey. Carlos se hallaba ya vestido y dispuesto de salir de su cámara
y, dialogar al ser advertido de su venida, le mando entrar en ella.
Después de hacerle la reverencia debida, el marinero, dijo el rey: -
Señor, he visto la tierra de Vizcaya.
El
monarca se mostró muy complacido, así como los señores de su
séquito inmediatamente Carlos ordenó que se le diese el vino
ofrecido y le pregunto cuanta distancia podría haber hasta allí,
contestando el afortunado nauta que no habría menos de treinta y
ocho o cuarenta leguas, pero que, a causa de que el viento era tan
flojo, no seria hoy, si no mañana, por la tarde, cuando allá
llegasen.
No
obstante la seguridad con que hablara este hombre de mar, mucho se
mostraban aún excepticos, entablándose grandes discusiones sobre el
particular y hasta formalizándose apuestas.
Uno
de los pilotos más experimentados que iban en la nao real, el
zelandés Juan Cornille, que con anterioridad había llevado al rey
Felipe por mar a Castilla-, el segundo viaje de Felipe el “hermoso”
a España, en 1506-, hablando confidencialmente con Lorenzo Vital,
nuestro cronista, le decía: Es cierto que ahora se ve tierra, pero
no es la de Vizcaya. Los pilotos y marineros de Vizcaya yerran en sus
cálculos por no tener en cuenta que los vientos contrarios hicieron
retroceder a las naves más de cincuenta leguas. Las rocas y montañas
que se ven, si bien parecidas unas a otras, no son las de Vizcaya, si
no las de Asturias, a donde, sin querer, nos dirijimos ahora. Y
acordaos mañana de lo que os dió.
En en efecto, lo que alcanzan a ver tal vez eran los picos del macizo
central a las llamadas peñas de Europa, bien conocidas de todo
navegante, los más sobresaliente de la cordillera cantábrica
Martes,
8, y primer día del viaje. Fiesta de la Natividad de Nuestra Señora.
La Nao Real, con arreglo a las Ordenanzas dispara tres cañonazos y
uno el barco del almirante, señal convenida para que todos los
navíos de la flota se den a la vela.
De
la flotilla de barcos ligeros con que contaba la armada ya habían
salido algunos la noche anterior para explorar el paso de Calais y
señalar la derrota.
El
navío del rey zarpa de Flessinga, a las cinco de la mañana, a poco
trecho del barco del almirante que llevaba la delantera y seguido del
resto de las unidades. Los súbditos del país de Zelanda habían se reunido en los pasos, puertos y a lo largo de las dunas para ver
pasar al rey. Todos estaban con el corazón oprimido, los ojos
lacrimosos, lamentándose las mujeres por sus maridos, los hijos por
sus padres, las muchachas por sus amigos, mientras las personas
devotas no dejaban de elevar al cielo fervientes súplicas para que
Dios librase a su buen príncipe de los riesgos de un mar tan
porceloso.
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